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Que el rostro hay que limpiarlo todos los días, mañana y noche, es algo que repito hasta la saciedad. Pero todas sabemos que ese gesto no es suficiente para mantener la piel en perfecto estado de revista. De vez en cuando, dos o tres veces a la semana, la cara necesita una limpieza profunda para eliminar las células muertas, los pigmentos de maquillaje que se incrustan en los poros, los restos de contaminación,… Todo eso se acumula en la superficie de la piel, formando una película oclusiva, que además de asfixiarla, impide que los productos de tratamiento sean todo lo eficaces que debieran. Esta acumulación de impurezas también provocan que la piel no esté todo lo lisa, fresca y bonita que debiera y por eso precisa esa limpieza a fondo que os decía antes. Además, si eso ocurre a los 20 o a los 30 años, ni os cuento a partir de los 50 ya que a partir de esa edad, la renovación celular no se produce cada 21 días, ya nos gustaría, en esa época tarda hasta 78.
Para lucir una piel “limpia como la patena”, que diría mi madre, es preciso recurrir a la exfoliación, que dependiendo del tipo de piel y del tipo de producto puede realizarse entre una y dos veces por semana. Exfoliantes hay muchos, pero hoy os quiero hablar de Pureté Exfoliante de Galénic (28,95€), por varios motivos y uno de ellos es que en lugar de emplear en su formulación (como la mayoría de los exfoliantes) microesferas de polietileno (con las que nos estamos cargando los océanos) emplea polvo de pino. Así, de momento, este producto ya ha conseguido llamar mi atención. Pero hay más. No contiene conservantes, lo que si incluye son cuatro tipo de polvos diferentes compatibles entre sí con los que se logra una fórmula eficaz (99% de polvos secos y 1% de agua), con una tolerancia óptima.
Estos polvos son de pino amarillo, de arcilla blanca, de roca y de coco. Cada uno de ellos tiene una misión diferente: el de pino, exfolia, el de arcilla blanca actúa como un imán de toxinas, el de roca absorbe el sebo y deja una piel mate y el de coco es un tensioactivo que aporta ese toque espumoso en el aclarado. Y todos juntos, perfectamente ensamblados son capaces de transformar la piel en 21 días: mejorar la textura, los poros se difuminan, la tez se vuelve homogénea y adquiere una gran suavidad.
Su aplicación es muy sencilla. Los polvos se presenta en un tarro en forma de salero y para utilizarlo hay que humedecer las manos ligeramente y dar tres o cuatro “golpes” de salero para depositar el producto en las manos. Se reparte en ellas y se aplican en el rostro con movimientos circulares, de dentro a fuera, insistiendo en las aletas de la nariz, la barbilla, la frente y los bordes de los orificios nasales y evitando el contorno de los ojos y los labios. Por último se enjuaga con agua. Por supuesto, después de exfoliar el rostro con éste, y con cualquier otro exfoliante, es preciso hidratarla y protegerla.
La suavidad de la fórmula y el hecho de no contener ningún tipo de conservante permite que pueda utilizarse en cualquier tipo de piel, incluso en las sensibles. Y para quienes sufran de antiestéticos brillos faciales pueden utilizarlos como mascarilla en seco para matificar la zona T. Para ello, se depositan dos golpes de salero en un disco de algodón seco, con él se “empolva” la zona de brillos y se deja actuar unos minutos para que se absorba el sebo y, por último, con un algodón húmedo se retiran los polvos. Y como en Galénic, no suelen dejar ningún cabo suelto, estos polvos están sutilmente perfumados lo que hacen que su aplicación sea aún más placentera. Como si de un perfume se tratara, su aroma tiene una salida fresca y suave, un corazón floral rosa, aderezado con un toque cítrico, y un fondo almizclero ligero.
Fuente: Belleza en vena
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